Arpa y recuerdos...

La noche de hoy estaba nublada, parecía oscura pero aún así los rayos blancos y delicados de la luna traspasaban aquellas espesas nubes que protagonizaban la noche, a este tenue brillo se iluminaba en parte este gran y oscuro castillo donde yo me encontraba en una habitación con un techo decorado con una hermosa pintura de ángeles. En esa misma habitación tocaba esa arpa dorada que parecía tener su brillo propio, pero quien le daba su personalidad perfecta era el sonar de sus delicadas y largas cuerdas que con mis dedos al pasarlos creaba una melodía de ensueño.

Nunca había tenido un arpa como esta, tan especial y tan única en el mundo. Ninguna de las arpas que he utilizado se compara a la belleza y el emitir del sonido de ella, fuera como si este gran y divino instrumento fuera hecho exclusivamente para mí. Estaba quieta y sentada y en ese momento sólo me preocupaba que cada nota emitida por el arpa saliera la perfecta belleza musical. Tocar el arpa para mí era pasión, amor, oscuridad y sobriedad, además de que era lo único que amaba que me quedaba, mi arpa como siempre al entrar a esta habitación era simplemente un objeto dorado frio, inexpresivo, carente de calor, pero apenas mis dedos tocaban de ella se volvía como si fuese otra persona corriendo, riendo en un hermosos jardín de rosas con un bello cielo azulado, mi amiga, así era ella…

Fue en ese instante en que mi alma se conectó con el arpa y se transportó a mi antigua vida en un vago y distante recuerdo mío, donde recordaba aquellos conciertos que daba allá en mi viejo hogar, la gente aplaudía, lloraba por sentir la vida en mi música, si hubiese tenido esta arpa antes de seguro que algunos morirían por este sonido, así como hermoso también podría ser letal y mortal para quienes escuchasen y queden perplejos ante su majestuosidad.

“(Si pudiese regresar a mi vida pasada, si yo pudiese)” en mi mente rebotaba esta frase, esta frase que me atormentaba día con día que permanecía en las oscuras tierras del Inframundo, donde aquellas dos figuras que me visitaron en la otra vez me dijeron que este era mi real hogar. ¿Un lugar tan lúgubre y sombrío era hogar de mi una joven que adoraba la vida? Fui envidiosa y egoísta al aceptar venir aquí, yo en ese entonces no hubiese aceptado, pero algo dentro de mí me lo gritaba e imponía y definitivamente este sería mi destino final.

Sin embargo a pesar de que lo que he vivido anteriormente hasta ahora, por más que mi mente desee mi antigua vida, muy en fondo de mi corazón no me arrepiento de estar acá, por más sombrío que sea el paisaje, por más que las almas griten de dolor al ser condenados por sus pecados me he sentido de lo más agusto, porque al fin tenía una arpa especial que ni siquiera el mejor constructor de arpas podría igualara una como esta, bella, sensual, elegante, sombría e infernal…

Por un momento su cuerpo le indicaba que se moviera, debía ir y darle un fin a todo ese acto que se había montado vidas atrás. Bajando su rostro siguió la misma dirección en la que debían hallarse aquellas dos particulares presencias, sus pensamientos se mantuvieron en blanco, no tenía absoluta noción delo que hallaría en ese lugar pero de todas formas fue.

Dejando atrás el encuentro con ese espectro su diestra ocultaba las marcas que le había infringido en su cuello, lo poco que recordaba de su familiar era que este se alteraba cuando alguien lastimaba el envase que elegía Orgullo. El calor en su corazón se expandía en una incomoda sensación, la necesidad de buscar a su otro compañero distaba a su verdadera responsabilidad de servir a Hades, el cumplir su condena se convertía en su nuevo objetivo que complacer a Ira.

El marco a la entrada del salón poseía dos sinuosas puertas de madera excelentemente talladas con adornos que se cruzaban en un singular diseño. Aguardando detrás escuchaba la melodía de un arpa que resonaba más allá del castillo, evidenciando la presencia de la sacerdotisa cercana al Dios de la muerte…

Dispuesta a irrumpir no tuvo la fuerza suficiente para hacerlo, ya que una voz masculina indicaba lo contrario a lo que hubiera esperado encontrar todo ese tiempo. La falta de respuesta por parte de Pandora le daba la oportunidad de avanzar y así lo hizo, empujando ambas puertas con su propio cosmos permitía que su silueta desprovista de la armadura que le caracterizaba se deslizara a un paso ligero. Sin desviar su rostro en la figura de ese “extraño”, se enfocaba en fijar su vista en la pelinegra que acariciaba las cuerdas de tan bello instrumento que se posaba frente a ella. El silencio no paraba sino fuera por la música impartida de esa mujer, pero la sorpresa de hallar a Ira en tal cuerpo se ocultaba tras la frialdad de su alma.

Una noche desilusionante se logra divisar en el firmamento y la oscuridad cubre por completo el castillo Heinstein, los escasos recuerdos que quedaron fijos en la mente del nuevo juez de grifo vienen a el como si soñara despierto, un rostro de indiferencia se muestra y sus pasos se escuchan al entrar a todo el lugar.
Siente la presencia de otros guerreros, al parecer pecados capitales sirvientes de su dios, y a la dama oscura, la joven Pandora responsable del inicio de la maldad en el mundo.
Para sorpresa de todos, una dama vestida de blanco entra en el sitio, su cosmos lo concentra para llamar su armadura, y el grifo hace aparición, separándose en varias partes para adornar el cuerpo de la fémina.
-Lady Pandora, mi nombre es Samantha, perteneciente al linaje de los Bathory, juez de grifo.
Se inclina ante la joven mujer mostrando sus respetos y lealtad ante los suyos, pero rápidamente se levanta esperando respuesta de aquella dama.
Se concentra para notar las presencias del lugar más detalladamente, como era de esperarse todavía no nace el cuerpo adecuado para su señor, aún asi espera ordenes por si tiene que actuar.